
Conversar es escuchar
Una reflexión sobre el sentido dialógico del pensamiento.
No es que no queramos conversar; lo que en realidad evitamos es escuchar. En una época caracterizada por la saturación discursiva, donde la opinión ha desplazado al pensamiento, el acto de escuchar se ha vuelto subversivo. Escuchar implica detener el impulso de responder, suspender momentáneamente el propio yo para permitir que el otro exista en su palabra. La conversación, entendida en su sentido más profundo, es un ejercicio de alteridad.
Conversar es escuchar, del mismo modo en que vivir es morir: en ambos casos se produce una cesión. Así como la vida solo es posible a través de la transformación y la pérdida constante de lo que fuimos, la conversación auténtica requiere la muerte de la certeza y del ego discursivo. Escuchar al otro no es un gesto pasivo; es una disposición activa a dejar que nuestras ideas sean tocadas, desbordadas o incluso demolidas por una perspectiva ajena.
De ahí la imposibilidad de concebir el diálogo sin conflicto. Si cuando nace el bien, inevitablemente nace también el mal, es porque toda interacción humana se desarrolla en la tensión de los opuestos. En la conversación habita esa misma ambigüedad: en el intento de comprender al otro se despliega tanto la posibilidad del encuentro como la de la ruptura. Conversar, en su esencia, es habitar ese umbral incierto donde las diferencias no se anulan, sino que se reconocen como condición de sentido.
Más que un intercambio de información, la conversación es un espacio de creación. No se trata de imponer ideas, sino de jugar con ellas, en el sentido más noble del juego: experimentar, explorar, desplazarse. El pensamiento, cuando dialoga, se vuelve lúdico; deja de ser un monólogo interior para devenir espacio compartido.
Quizá nuestro tiempo sufra menos de incomunicación que de incapacidad dialógica. Hemos convertido la palabra en arma y el silencio en sospecha. Y sin embargo, conversar —en su sentido pleno— es un acto filosófico: implica reconocer que el otro no es un obstáculo, sino una posibilidad de ser.
Escuchar, entonces, no es simplemente oír. Es dejar que el otro nos modifique. Es comprender que el pensamiento se construye entre voces, y que sin conversación no hay conocimiento, solo eco.
Dicen que el verdadero logro en Chile no es pagar las cuentas, sino pasar agosto sin resfriarse ni quebrarse un hueso. 😂 Algunos lo celebran como si hubieran ganado la maratón de Nueva York, pero con bufanda y guatero en mano.


